El fondo de la olla

Los alimentos nos llenan no solo el estómago sino también el espíritu.  Es por eso que la cocina es un lugar que nos permite transmitir amor.  Ya sea que cocines para tu familia o para ti mismo, disfrutar un buen plato de comida reconstituye el alma.

Al inicio de la pandemia cocinar se convirtió en un plan divertido, para pasar tiempo y disfrutar de los placeres de la buena comida.  Muchos se reencontraron con esta actividad milenaria, ya sea en un plano de mera supervivencia o en el disfrute de expresarse a través de ingredientes y técnicas para encontrar algo más allá de gasolina para nuestro cuerpo.

Hablemos de los poderes curativos de un humeante plato de sopa de pollo, de lo terapéutico que resulta comer helado de chocolate a cucharadas directamente del tarro, de lo divertido de compartir un balde de crispetas, o de lo vigorizante que es esa primera taza de café recién hecho temprano en la mañana.

O que tal cuando nos despertamos ante el olor de unos huevos revueltos con tomate y cebolla, o el dulce aroma de coco sofrito para el arroz. No hay nadie que se resista ante los encantos de una burbujeante olla de arroz con leche hecho por la abuela. Eso se debe a que la comida y la cocina son herramientas indiscutibles para dar afecto.  No en vano en inglés existe el término confort food o comida reconfortante, ya que una comida deliciosa puede arreglar un mal día o llevarte a un momento especifico de felicidad en el pasado.

Cuando cocinemos no busquemos la perfección, es un error usar la cocina como instrumento de superación. La cocina se disfruta más cuando no se convierte en un reto sino en un vehículo de unión. No nos preocupemos tanto por seguir al pie de la letra una receta o un instructivo, sigamos nuestra intuición y aunque el resultado no sea el más elegante o sofisticado siempre habrá valido la pena el proceso.

Porque entre otras cosas, la cocina también puede ser un gran maestro.  Un espacio donde adquirimos paciencia, obtenemos resiliencia, moderación, armonía y balance.  Donde podemos resignificar los roles y disfrutar la sensación satisfactoria que nos proveen los pequeños logros.  Una vía de expresión individual que termina infiriendo en los demás, que al probar nuestros platos están probando también un poco de nosotros mismos.

En estos momentos desafiantes para la humanidad cocinar es una terapia y un refugio.  Reunidos alrededor de los fogones y la mesa volvimos a la esencia, nos olvidamos por un rato de los duros momentos que atravesamos y que nos ponen a prueba en todos los sentidos.

 La invitación de hoy es entonces, que entres a tu cocina y paladees las maravillas de crear un plato con los ingredientes que nos provee la naturaleza, siempre honrando y respetando la materia prima y el proceso, pero sobretodo con mucho amor.  Comer será una consecuencia.

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